viernes, julio 16, 2010

Entrevista Feria del Libro de Lima

Escritor ecuatoriano Leonardo Valencia afirma que Perú fue decisivo en su carrera

  • Foto: ANDINA/archivo
    Foto: ANDINA/archivo
  • Lima, jul. 15 (ANDINA). Considerado por la crítica como uno de los narradores ecuatorianos más importantes de los últimos tiempos, Leonardo Valencia (1969) llegará a Lima –ciudad en la que vivió en la década de 1990 y en donde publicó su primera obra– para la Feria Internacional del Libro, que tiene a Ecuador como país invitado.

    ¿Influyó en su literatura su paso por Lima? ¿Qué es lo que más destaca de esa experiencia?
    –Haber podido conversar con Ribeyro o escuchar a Westphalen fue un privilegio. Además, tuve la suerte de encontrar buenos amigos, como Antonio Cisneros, Eduardo Chirinos, Mario Bellatin, Renato Sandoval, Patricia de Souza, Iván Thays, Ricardo Sumalavia y muchos más. Mis contemporáneos que no encontré en Ecuador los encontré en el Perú. Allí publiqué mi primer libro y escribí mi primera novela.

    ¿Cómo mezcla usted el cosmopolitismo muy marcado con la nostalgia del exilio en sus novelas?
    –No me considero un exiliado nostálgico. Yo elegí marcharme. Nadie se marcha por completo y mucha gente, aunque se queda en su país, parece no vivir en él. Lo que escribo transcurre entre mi país y el resto del mundo con muchos vasos comunicantes entre sí.

    Sus ensayos reflexionan sobre los clásicos de la literatura ecuatoriana. ¿Cómo encuentra la escena actual de su país?
    –Hay una producción y una internacionalización mayor. Curiosamente, este rigor lo encuentro entre quienes han superado lo que yo llamé en un libro “el síndrome de Falcón”, ese deseo voluntarioso de hacer literatura que represente al país, como quien pinta estampitas patrióticas. Justo cuando estábamos superando esto, empezamos a tener la injerencia del gobierno donde a la crítica al país se la pone al margen. Eso sí, no ha podido con los periodistas y su labor crítica.

    ¿Cómo evalúa el resultado de la antología de cuento McOndo, en la que usted participó hace década y media? ¿Se trató del manifiesto de una generación?
    –Nunca fue un manifiesto, simplemente invitaron a varios autores. Yo, al menos, nunca supe que el propósito de la antología era hacer una declaración de intenciones, pero también es cierto que fue una antología reveladora de lo que ha venido después.

    ¿Cómo surgió y cómo resultó su proyecto en internet alrededor de su novela El libro flotante de Caytran Dölphin?
    –Cuando casi tenía concluida la novela, me di cuenta de que se podría expandir con un libro paralelo en internet. La web www.libroflotante.net recurriría al mismo procedimiento del narrador de la novela, la distorsión y el plagio creativo. Me animaba la idea de que los lectores pudieran rebatir la versión del narrador protagonista. A fin de cuentas, si hay un único narrador, solo hay una historia, la que él defiende.

    Datos

    -Leonardo Valencia, escritor, publicista y traductor, ha publicado el libro de cuentos progresivo La luna nómada (1995, 1998, 2004), incluido en varias antologías españolas y latinoamericanas.

    -Además, ha publicado las novelas El desterrado (2000), El libro flotante de Caytran Dölphin (2006), El síndrome Falcón (2008) y Kazbek (2008).

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martes, julio 06, 2010

La Feria del Libro de Guayaquil y el Ministerio de Cultura


Tres de las ferias de libros más importantes del mundo no se realizan en las capitales de sus países. Me refiero a la de Guadalajara, la de Fráncfort y la dedicada a la literatura infantil en Bolonia. Señalo esto ahora que en Guayaquil se realiza Expolibro, porque ha quedado en evidencia que una vez más se reduce el incentivo a la iniciativa privada en aras del control estatal.
El Ministerio de Cultura de Ecuador decidió no apoyar a esta feria porque, en palabras de la Ministra, se “dará a Guayaquil otra cita librera desde la visión y fortaleza del ministerio”. No hay que explicar demasiado lo que puede significar esa visión –criterios de selección filtrados y omisión de voces críticas– y esa fortaleza –el presupuesto y el funcionariado estatal–. Es decir, serán dos ferias. La suma, en este caso, no significa ganancia, sino resta. Resta porque, a pesar de los errores de Expolibro, se pierde un capital invertido en los años anteriores, desde 2006, cuando se lanzó esta feria que ha convocado a primeras figuras de la literatura latinoamericana. Resta también porque los criterios literarios de Guayaquil quedan marginados en aras de esa capacidad de concentración de la burocracia cultural desde el Gobierno.
También se pierde el apoyo conjunto que sumarían los aportes de la Municipalidad de Guayaquil y los del Ministerio. Nuevamente, por las rencillas políticas y el sabotaje, quien pierde es la literatura. Los errores también competen a los organizadores de Expolibro, por el elevado costo que tienen los stands, tomando en cuenta que más del ochenta por ciento de la producción editorial privada se realiza en Quito y trasladarla a Expolibro se ha vuelto impagable. Habría que añadir la desvirtuación de lo que significa una Feria planteada con rigor, donde deben ser los protagonistas el libro y la edición y no otros actores culturales que pueden proyectarse a través de diferentes escenarios.El apoyo debe consistir en ayudar a la mejora, no a la exclusión y el deterioro de las iniciativas particulares. Si es débil la cultura editorial en Guayaquil, quitar apoyos no favorece a quienes sí trabajan y se desviven por la creación y la edición. La importancia de una Feria no solo se mide por las ventas, sino por el papel instructivo de la palabra de autores internacionales que sirven para emular a los futuros escritores, editores, críticos, libreros y lectores de Guayaquil. Si algo marca a la intelectualidad guayaquileña es la tradición de exilio de sus escritores, que terminan creando sin apoyos oficiales. Hagan una lista, se sorprenderán. Quizá esa sea la clave de su fuerza e independencia.

Debería haber más voces que reclamen esta situación. La mayoría sigue sumida en ese lastre de los escritores ecuatorianos que prefieren quedarse convenientemente calladitos –aunque hablen mucho en pasillos y en sotto voce– y no hacer ningún reparo público por miedo a perder publicaciones estatales, becas o cargos culturales, y los consabidos viajes y viáticos a países donde tampoco se dirá la menor crítica a la mano que paga y hace enmudecer. Habrá que perderlas entonces, dejar en evidencia la censura y empezar a decir lo que realmente se piensa.


El Universo (Ecuador), 6.07.2010