lunes, octubre 20, 2008

Norman Manea y el exilio como amplitud

Lees la entrevista de Valeria Miles a Norman Manea y, por suerte, encuentras la actitud positiva frente al exilio: no quejarse de él sino considerarlo una oportunidad, díficil pero oportunidad a fin de cuentas para evitar los riesgos del "nacionalismo feroz". Siempre te ha resultado más soberbia y posesiva la postura del sedentario que se cree dueño de una porción de tierra con la atribución de excluir a los demás.
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En algunas comunidades de España -pregunta Valerie Miles- se insultaba a la gente calificándola de «bilingüe». Para alguien que ha sufrido las consecuencias del nacionalismo, ¿qué opinión le merece esta actitud?
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"Hablo varios idiomas -dice Manea-; sin embargo, mi idioma íntimo aún es el rumano, la lengua que evolucionó en mí y conmigo, en distintos estadios de mi vida. Considerar el bilingüismo un insulto implica una suerte de idiotez y provincianismo intolerante que no resulta tan infrecuente, infortunadamente, en nuestros intolerantes tiempos, cuando la cultura a menudo se percibe como algo «elitista» y arrogante (ello es patente a menudo en la vida estadounidense y sobre todo en las elecciones presidenciales). La mentalidad tribal y el nacionalismo feroz ya han causado sufrimiento suficiente y deben rechazarse de un modo tajante en la «aldea global» de hoy. El exilio es siempre doloroso, pero también da anchura de miras. El exilio fue traumático sobre todo para un escritor ya no tan joven. Sin embargo, fue y sigue siendo un privilegio, una oportunidad excepcional de cambio y renovación, un desafío doloroso y gratificante a las rutinas y prejuicios sedentarios, un proceso profundo de revisión del pasado; permite aprender o aprender de nuevo, comprender e insertarse un mundo más amplio."
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La declaración de Manea se suma a la de otros escritores de Europa Oriental en los que siempre has apreciado esa capacidad para enfrentar los nacionalismos: Todorov, Zagajewski, Cioran, Gombrowicz, Kloester. Hablando de Manea, te ronda de nuevo el preguntarte por los amigos rumanos que conociste en Estocolmo: el grande, y al mismo tiempo sencillo por grande, Mircea Cartarescu, y Filip Florian, con su nostalgia por el español. Ya sabrás de ellos, que sus obras irán llegando, sobre todo Cegador de Cartarescu. Falta poco.

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1 comentarios:

Blogger Douglas ha dicho...

Alguien debería escribir un elogio del exilio. Qué cosa más bella la libertad o ilusión de empezar dede cero.


Un saludo cordial desde Chicago.

28 de febrero de 2009, 16:10  

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